lunes, 18 de mayo de 2009

La pantalla delirante, una visión crítica de la Televisión chilena


Una aproximación simple a la pantalla de canal abierto, basta para identificar algunas de las técnicas que los dispositivos mediáticos adoptan para ampliar cada vez más la brecha existente entre la realidad y la construcción artificial de la realidad que se destina posteriormente, para su reproducción y su consumo final. El uso estratégico de la comunicación y su evidente omnipresencia, ha derivado en múltiples modos de eliminar cada vez más, las fronteras entre la sociedad y el mercado (su ideología), confluyendo en una forma singular de competencias sociales por el gusto. Una de ellas, se fundamenta en la mitificación de la realidad, una construcción falseada o más bien maquillada, en que la capacidad selectiva del medio responde a la necesidad dominadora del mercado. Razón por la cual, proporcionalmente si los medios comerciales destinan al menos quince minutos explicando la crisis del “Colo-Colo”, medios como Canal Trece destina en su noticiario tan sólo 80 segundos para explicar noticias internacionales tan relevantes como la masacre y la posterior crisis humanitaria en Darfur, al suroeste de Sudán, África, por citar un claro ejemplo del interés engañoso por informar.
Si bien es ya sabido, que el dominio de la realidad por los medios está en función de valores de mantención de la cohesión social, los medios comerciales de comunicación han concentrado toda su capacidad y potencia en proteger con su canto y plegaria discursiva, ideologías e identidades desmentidas por la realidad el orden social existente, asfixiando los pocos medios informativos con vocación crítica. ¿Dónde, sino en los medios comerciales, moran los paradigmas de acepción social como lo son actualmente el culto a lo vacuo, a la imagen y al cuerpo?
Hoy por hoy, los medios se valen de la creación de realidades artificiosas que son inalcanzables al público masivo que demanda información. La realidad creada va tomando distancia de lo que realmente es, se adopta a un valor de uso condicionado por su utilidad puramente predecible y calculable: la realidad en sí no toma valor real, sí la que es moldeada y la que se consume como simulacro (lo que el público quiere ver medida en sintonía).
La verdadera dictadura del signo y de la imagen, es la que los medios masivos (en especial la televisión) gradualmente se ha ido configurando en el progresivo empleo de un lenguaje alejado de su concepción pura de la verdad. Esta evidente disociación que afecta al público consumidor de noticias, se expresa ya no sólo a escala individual (como sujetos dotados de conciencia para tomar decisiones), sino que también afecta a las dimensiones socioeconómicas de la población consumidora de noticias. Campeonatos de poker, sistemas de pilates para mantener la línea, celulares de tecnologías de punta. Si basta ver la transformación de los noticiarios en verdaderas agencias turísticas en temporadas de verano. El medio genera una lejanía del estrato masivo, con la construcción de una realidad particular que a su vez, genera la pulsión y represión de deseos y necesidades.
Entonces tenemos noticias que suponen ser de interés masivo, pero que responde a una demanda de un fragmento bastante reducido que tiene acceso real a ese constructo específico de la realidad. ¿Cuántas personas tienes real acceso a estas verdades, sino productos destinados a su ulterior consumo? Razón que explica cómo la producción capitalista pasó de la explotación evidente a la exclusión implícita.
Otra síntesis posible de la hegemonía global y la cohesión de los medios comerciales con el aparato político y económico, es la definición de poder proveniente del sociólogo francés Pierre Bourdieu: “el poder absoluto es el poder de volverse imprevisible y prohibir a los demás cualquier anticipación razonable, de instalarnos la incertidumbre más absoluta, sin dejar asidero alguno a la capacidad de prever”. La vacuidad de la imagen, actúa como un dispositivo que amortigua el principio de inquietud por lo real, lo significativo. El poder absoluto lo conserva quien sea capaz de obtener más, mejor y privilegiada información. En este sentido, conocer es sinónimo de dominar los aparatos del poder, pues como señala el mismo teórico, todo conocimiento es político. Los medios comerciales de comunicación ya no viven de los relatos que publican, sino de aquellos que ocultan.
Si nos preguntamos ¿qué conocemos? ¿Cuál es esa verdad a la que tenemos acceso? ¿Es más relevante la visita a Israel del Papa Benedicto XVI o la entrevista que Felipe Camiroaga realizó a Mauricio Israel? A sabiendas de los horrores del Holocausto y la controversia del reconocimiento del príncipe de la Iglesia de su militancia nacionalsocialista en su juventud, muy bien vale la pregunta de por qué resulta más sabroso saber sobre un tipo cuyo único mérito ha sido estafar a un sin fin de personas para luego abandonar a su esposa y huir del país, y que además es respaldado por todo un equipo de Televisión Nacional de Chile. Los medios alimentan y se alimentan de ficciones irrelevantes, imbéciles, frívolas y triviales.
Ahora bien, es preciso esclarecer primero qué es lo verdadero y qué lo falso. Según Aristóteles, decir lo que es, no es o lo que no es, es, esto es falso, en cambio decir lo que es, es y lo que no es, no es, esto es verdadero. Verdadero y falso son conceptos cuya complejidad hace difícil de separarlos o delimitarlos. Lo que no es una cosa, es la otra. Sin embargo, no son estáticos, cambian en la medida que cambian las cosas, razón por la que la opinión, no es saber. Aristóteles llega a una conclusión; la verdad es lo que pasa, sólo por esto Aristóteles merecería ser considerado como el padre de periodismo. En la burda búsqueda de las industrias informativas de “la verdad objetiva”, programas como “Policías en acción” simulan una exposición real de información revelando una seguidilla de delitos en la ciudad de Santiago. Sin embargo, ¿puede considerarse válido un programa cuyo formato no cubre una noticia, sino que ocupa como materia prima los delitos (editados, recortados y pegados) prediseñados causal y no casualmente?
Si concentrar información ha sido la clave del funcionamiento y la acumulación imperial, hacerla circular es una manera de debilitarlo. Su fluctuación, o sea, el hecho de que cada quien pueda construir su propio relato del presente, haría perder esa capacidad de control que le dio el fundamento original. Utópicamente, suponíamos que un mayor desarrollo tecnológico de las comunicaciones, generaría un mayor flujo de información al alcance, cuya consecuencia directa sería una mayor y mejor comprensión de la realidad y los conflictos sociales. No ha sido así, sino que se invirtió la era de las informaciones. La uniformidad del estilo, el vaciamiento de sus contenidos y la limitación de las palabras, ha provocado que realidades irrelevantes se transforme en la realidad única, o mejor aún, en realidades que son valoradas y son tomadas como referencia, disociando nuestros saberes y reproduciendo nuestras incertidumbres en un mundo cada vez más complejo y sometido a nuevas dinámicas que nos exigen, como sujetos dotados de conciencia y de libertad, conocimiento e información para tomar decisiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario